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lunes, 21 de septiembre de 2015

EL PLACER DE LLORAR


 Después de llorar las penas nos damos cuenta de cuanto valemos, de lo que necesitamos y de lo bueno que está por venir.
 No quise especificar un género para que se aplique a cualquier lector.


EL PLACER DE LLORAR


 Se le caían las penas desde el mar colgado de sus ojos, cada tarde y sobre todo en las fechas importantes. Un llanto cincuenta y cincuenta de rabia y pena, una condena voluntaria, una purga desesperada de los malos días.

 Con meticulosidad de relojero, iba seleccionando entre los recuerdos, dando prioridad a aquellos que llevaba clavados con mas fuerza en aquella ruina golpeada que le latía de mala gana en el pecho, y con la esperanza de no seguirse maltratando, prefería echarlos fuera, ahogados, reducidos a nada mas que un llanto de una hora, siete veces por semana, durante un par de años.

 Tanta era la pena, que le hacía llegar la noche a las escasas sonrisas que era capaz de dar. Tan grande que constantemente le pedía que lo llevara hasta el fin del mundo.

 Así se le fueron los minutos de arena y se le deshojaron los meses del calendario.

 Le había tomado cariño a sus sesiones de desahogo. Llorar le daba el placer de marchitar todo el odio y el miedo, propios de una bestia herida, ayudando a cicatrizarle el alma. De tanto sangrar su pena por los ojos, un día, sin notarlo, empezaron a cerrarse las heridas. Se dio cuenta que dentro de sí, tenía el alma y los huesos de un viejo bardo.

  Se dio cuenta que para viajar, había que tener el alma limpia y liviana, los sueños intactos, y un mundo juguetón y risueño en los bolsillos. Se dio  cuenta que empezaba una nueva historia y lo bueno estaba por venir.


  Desde sus ojos había llovido tanto en su jardín… Tanto , que ahora sólo tocaba esperar las flores. 






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