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miércoles, 13 de enero de 2016

PACIENCIA


PACIENCIA



 El sol quemaba fuerte mientras avanzaba irreal allá en lo alto, y en su lento trote estelar, iba marcando los días de a uno y sin prisas. Día y noche se reducían tan sólo a mi lamento solitario, al sonido del río, y el caminar lento y juguetón de los pequeños cangrejos que danzaban a mis pies pellizcando moretones.

 Tanto me había acostumbrado, que ya no había diferencia entre sol y luna. No había diferencia entre mi cuerpo y la roca.

 Llegué una tarde, casi noche, flotando entre el reflejo de las primeras estrellas en el agua, y me quedé allí paciente, esperando en la orilla, mientras el agua me lamía las heridas. Ahora la corriente me lame el alma mientras el sol me reseca el pelo.

 Paciencia -me repito a cada instante- sólo debo tener paciencia. Es de sentido común pensar que alguien vendrá a buscarme. No puedo hacer otra cosa que esperar, aunque varios días se me hayan ido, contemplando el baile de los cangrejos mordiendo entre mis dedos.


 Debo tener paciencia y esperar que alguien encuentre mi cadáver.










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