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viernes, 4 de diciembre de 2015

A UN MILÍMETRO DEL SUELO



A UN MILÍMETRO DEL SUELO


 Se conocieron jóvenes, y así tan frágiles e infinitos como sólo ellos dos podían ser, fueron escribiendo en roca la historia de un amor inexperto, incandescente a ratos, y a otros tantos casi sobrenatural.

 Y así, casi colgados de un sueño imposible, caminaban de la mano en un estado tal, que parecían flotar inmunes a la razón y sus vicios. Inmensos de sonrisa y noches de luna, ellos eran el lugar donde ocurría el milagro en el que la noche cruzaba el mundo despacio y en puntillas.

 Varios años pasaron entre paseos de la mano, recorriendo a un milímetro del suelo esos mundos que inventan los enamorados, hasta que el sufrimiento se les hizo parte de la vida, a un punto tal, que pensaron que la vida no era más que sufrimiento.

 Dejaron de verse por años, muchos años. Dejaron de verse y nunca de sentirse.

 Ella empezó a esperarle nuevamente. Él acudió tarde a la cita. Un reencuentro con sabor a nostalgia.

 Una vez más caminaban de la mano, recorriendo sin rumbo calles nuevas, flotando silenciosos y brillando como luceros andantes, siempre a un milímetro del suelo. El viejo amor que los hizo esperarse por todos esos años que pasaron lentos y pesados, no había perdido la fuerza que los hacía caminar sobre el aire; es más, ahora era cuando obraba realmente el milagro… y esta noche, tal como la anterior, partían cada uno al encuentro del otro, para encontrarse y fundirse en un abrazo de una ternura casi cósmica.

 La noche avanza lenta, y segundo a segundo se escapa del reloj de la entrada. Ellos se besan bajo cada árbol, y las pocas personas que les han visto, les miran incrédulas.


 El sol empieza a asomar, rasgando el telón de la noche, apagando las estrellas y desvaneciéndolos de un mundo en el que ya no existen. El alba les avisa que es hora de volver cada uno a su tumba, que ya habrá tiempo en la próxima noche para amarse y recorrer los años que vengan, de la mano y a un milímetro del suelo, flotando como flotan las ánimas.  







sábado, 21 de noviembre de 2015

EL AMOR Y LA GUERRA


EL AMOR Y LA GUERRA

           

 Se jugaban la vida aquella noche, peleando sueños imposibles, cansados, gastados, olvidando en cada movimiento cuánto vale el dolor. La escasa luz les golpea a ambos la cara, haciendo brillar sus ojos de bestia mientras tratan de dominarse el uno al otro. 

 Ambos cedían ante las embestidas que se daban; a ratos se inmovilizaban, sabían el peso de sus manos, conocían bien la técnica. No iban a arriesgarse a dar pasos en falso en medio de la noche, no con los ojos cubiertos de sudor, no con el olfato pendiente de todo. 

 Se maltrataban a sí mismos a través de la carne del otro, de un modo tal que con sólo una mirada se masticaban el alma. Se llevaban casi al borde de la sensación de la muerte, disfrutando el sopor de la semiinconsciencia, llegando a las puertas del cielo, minuto tras minuto, atajo tras atajo.

 Los ataques no causaban más que débiles rasguños, y la carne adormecida les iba quitando la sensación de estar vivos. El instinto les hacía querer rendirse; no huir, sino entregarse. Ya no luchaban por someterse. Ahora lo hacían para encontrar el lugar más cómodo para caer y entregar el alma.

 Un cuerpo se desploma casi derrotado, ocultando con furia su último aliento, mientras aquella sombra menuda lo reduce bajo su peso. Él sabía que jugar limpio era siempre un error, y desde la nada asesta un último golpe certero. 

 Ella se desploma como cuando caen las estrellas del cielo, y se deja caer sobre su pecho. Su mirada se había hecho amplia y luminosa. Había sido derrotada. Ambos se hunden en un mar de sábanas blancas. 

 Esa noche se hicieron de todo. Se hicieron el amor y la guerra. Ahora ambos cierran sus ojos apagando el universo.  









viernes, 20 de noviembre de 2015

JUGANDO A VIVIR


JUGANDO A VIVIR






 Hoy, como cada noche, mis juguetes reían, cantaban y jugaban entre ellos, allí, en el piso de mi habitación. Por la mañana le diré a mi papá que no me traiga más... que esos niños deben ser enterrados con ellos. 

 Creo que esos juguetes quieren ir al cielo, porque juegan a estar vivos.








BAJA DEL CIELO

BAJA DEL CIELO



 Desde una esquina del cuarto la veía llorando, ahí sentada en la cama, con las manos cubriendo su cara, abrazándose a sí misma en un gesto de autocompasión. Lloraba de pena mientras los minutos seguían marcando la distancia de la última vez que nos vimos.

 La verdad es que ese llanto era por mi causa. Fallecí hace un par de días, y ella, sentada y abrazada a mi foto, me pide que no la deje. Me pide que esta noche baje del cielo.

 Cariño… no me fui al cielo.





lunes, 16 de noviembre de 2015

SE APAGA LA LUZ Y TE ENCIENDES




SE APAGA LA LUZ Y TE ENCIENDES

Se apaga la luz y te enciendes
Brillando de sueños, mágica y humana
Me abrazas salvaje y me muerdes pequeña
Te adueñas del mundo envuelta entre sábanas.

Abrazados en un sueño
De salvaje cariño eterno
Nos dibujamos sonrisas en la boca
A tiempo de instantes, a fuerza de besos.

Apaga la luz para encenderte
Que esta noche te quiero mágica y oscura,
    Y mientras te sueño húmeda en mis ojos de tinta  Apaga y ponte salvaje, apaga la luz y enciende mi locura.


  


domingo, 15 de noviembre de 2015

BÚSCAME


BÚSCAME


Búscame en este bosque
De edificios  grises que perforan el cielo
Donde vivo entre hojas secas
Que entre susurros alzan el vuelo.

Un vuelo implacable, brillante e infinito
Con sombra de nubes, con fuerza de aullido.
Búscame  tú que yo te espero
Latiendo entre rocas escondido.

Búscame mirando entre el bosque
Búscame mientras te escribo
Rodeado de auroras de calles solas
La canción más salvaje que se haya oído.

Encuéntrame entre una luna de humo  y árboles de cemento
A mí, un lobo urbano, animal humano
Y caminemos los tiempos que vienen 
entre estrellas de papel picado.





martes, 10 de noviembre de 2015

CUESTIÓN DE HONOR


CUESTIÓN DE HONOR



 Recuerdo la primera vez que te hablé de este lugar, de cuanto traté de convencerte, enhebrando razones encantadoras, tratando de llegar mar adentro en tu deseo.

 La luz roja de afuera parecía un faro, intermitente, punzante, atrayendo amantes como polillas en la noche. Nuestro último encuentro, hace ya tres años, me baila vivo en la memoria y es el que me trae hasta este lugar. 

 Y ahora, a pesar del dolor, aquí me tienes siguiendo tu triste ejemplo de barata y venenosa coquetería... y mientras voy luchando por no paralizarme ante la niebla del momento, me recuerdo que el orgullo pesa menos que el futuro. 

 El telón de la noche caía pesado, quitándome segundo a segundo el recelo. Este instante y los que vienen, no se tratan más de ti que de mí. Un aroma dulce como el perfume que siempre usabas, me inunda de recuerdos sobre como odié aquella vez que tu sonrisa amplia, y tu falda tan corta, te hicieron volar y posarte allá donde el capricho y la soberbia te habían hecho nido… y aquí vas conmigo.

 Agarro fuerte el volante del auto, fingiendo calma voy mirando hacia el asiento del lado; veo a tu fantasma sonriendo, mientras revisa su teléfono celular y me pregunta si habíamos llegado al motel de nuestro pasado. Y tú ahí, presente y ausente, te desperezas y sonríes.

 La cabaña era cálida y con música para olvidar. El piso ahora lleno de ropa de mujer, me hace pensar lo fácil que es jurar amor sobre una cama blanda, y lo lindas que son esas palabras baratas, esas que salen caras dependiendo de quién te las regale. 

 Otra vez sigo tu ejemplo y escondo el corazón bajo la cama. Hago lo que debo hacer, a fuerza de besos que salen a la fuerza, voy vengándome de ti sin que lo sepas.

 Esta noche, mi honor dañado, ya sea real o imaginariamente, es el que me da las fuerzas para continuar. Te perdoné y estoy medianamente en paz. Te quiero como se quiere lo distante, en silencio y de lejos. Ha sido una de las mejores noches de mi vida. Una noche con sabor a siempre. 

 Esta noche acabo de acostarme con otra en tu honor. 






domingo, 8 de noviembre de 2015

LLUVIA CON SOL



LLUVIA CON SOL


 Una tarde que casi acababa, se adornaba de nubes con las últimas horas de sol. Un sol que allá, encerrado en lo infinito del universo, se iba hundiendo casi indiferente a cuanto ocurriera bajo su pálido brillo, y el tímido caer de una llovizna que asomaba.

 Allí iba él, caminando con frío a buscarla para pasear un rato. La lluvia no importaba tanto como el hecho de hallar otra excusa para verla.

 Allá venía ella, como un lucero andante y sin rumbo. La primera pequeña estrella de la tarde que iba a su paso dejando una estela.

 Él podía desafiar el frío del mundo con un embrujo y soportar latigazos de espinas, se aferraba a la vida y al viento. Era este el efecto que causan algunas mujeres en algunos hombres.

 Ella sabe ser intensa. Es como aquella puerta, que uno cruza para salir de un lugar en llamas, y encontrar un paraíso o la magia. Que lugar tan poco convencional para hallar luz de estrellas.

 Caminaron rumbo a un parque, charlando de nada. La lluvia cae intermitente derramada del cielo al pasto, y esas cascadas del infinito a la tierra, no lograban vaciar las nubes para hacer asomar al sol indiferente en su camino al ocaso.

 Se sentaron. Ella tan hermosa como una estrella fugaz repleta de sueños, con su mensaje triste y su melodía alegre, iba contando su historia, una historia linda y en pedazos, de la que cada palabra le iba deshaciendo el nudo en el pecho. Ella era fuerte, mucho mas de lo que pensaba. Ella tenía un león guardado por ahí en algún rincón perdido del corazón.

 Él sólo la escucha. Una voz tan cálida como una melodía de piano, iba cortando el aire y se desvanecía repleta de sueños. Ella, al hablar, iba poniendo cada nube en su sitio, ahuyentando la lluvia, y cada palabra brotaba con la fuerza de quien quiere aprenderse todos los versos del mundo. Iba resumiendo su vida en frases hechas de tiempo y agua, sacándolas fuera con la fuerza de una tarde herida.
  
 Hay tantas verdades como personas. Hay tantas historias como sueños. Hay sólo una como ella, que con el alma pavimentada de recuerdos, traza un camino que invita a ser recorrido.

 Las nubes se despejaron. El sol había vuelto a salir después de la lluvia. No todo está tan mal.

 Las amarguras despiadadas se habían ido con las nubes, y el sol llegó dibujándole una sonrisa pequeña, disimulada y brillante. El miedo no puede contra ella, la pena no la hace cambiar de forma. Es fuerte, y aunque llene su pecho de silencio, sigue siendo hermosa.

 Ella es un lucero anhelando una unión celeste, un amor cósmico que dure un tiempo tan infinito como el universo.

 Así convierte ella un parque en misterio, la lluvia en nada y a ella misma en una historia.

No todo está tan mal, si después de la lluvia sale el sol.






jueves, 5 de noviembre de 2015

SOÑÉ CONTIGO HACE UN PAR DE NOCHES

SOÑÉ CONTIGO HACE UN PAR DE NOCHES



 Siempre aparecía allí, parada en aquél rincón donde la realidad se funde con el sueño, mirándome picaresca, con su pelo rojizo haciendo contraste a una piel blanca, ceñida a su figura menuda. Surgía de la nada que se hace presente al adormecerse, con una sonrisa como una invitación traviesa para soñarla noche tras noche.

 Por pura casualidad, una tarde (no recuerdo si despierto o dormido), empecé soñándola primero por dentro, para luego ir dibujándola a pinceladas furiosas en el lienzo que aparecía al cerrar los ojos.

 Siquiera soñarla ya era un milagro. Dormiría días enteros si mis sueños me dejaran verla cinco minutos. Siempre estaba allí, puntual a nuestra cita de cada noche sin fallar ninguna.

 Era ella mi sueño recurrente, de aquellas mujeres que parecen salidas de una ficción, y que le dan ganas a uno de escribirla sobre un pedazo de tiempo. Una mujer que vagaba a pasitos de niña en mis pocas horas de sueño, juguetona, desordenando todo en mi mente, mientras yo le pedía mil deseos a las estrellas fugaces presas en sus ojos.  

 Pasamos así muchas noches de lunas que vagaban colgadas entre estrellas, hasta que una de esas noches me dijo adiós. Soñé con ella una despedida risueña, donde le llevaba un ramo de flores frescas y una luna llena para alumbrarle el camino. Ella sólo me entregó uno de los tantos deseos que le pedí, escrito en un papel. Desperté para nunca volver a soñar con ella.  

 Frustrado, inmerso en una realidad apagada, me sentía opaco. Era yo mismo pintado sobre un lienzo gris, sin ganas de dormir, sentado en un rincón y curando mis heridas a punta de lamidos.

 La llamé a gritos, con el resumen de cientos de versos que habían olvidado como salir de mi cabeza. Quería soñar con ella otra vez, pero nunca mas volvió.

 Una tarde la vi. Una muchacha idéntica a la que aparecía en mis noches, me reconoce entre la gente. La miré a los ojos y al instante comprendí la belleza del misterio. Aquella joven se acerca sin dar crédito a lo que ve.  Ambos soñábamos despiertos. Yo sólo pude decirle:

-Soñé contigo hace un par de noches.
-También yo.

 No hubo más necesidad de palabras. De todas formas, las conexiones de la vida son misteriosas e infinitas, y las oportunidades siempre vuelven. A veces disfrazadas de algo distinto.






VINISTE

VINISTE


 Todos hablaban entre ellos, casi sin prestarme atención, y allí, por grupos, se dedicaban a quemar los recuerdos en cigarrillos y palabras que no valían mucho mas que el aire del que estaban hechas. Yo mismo era un cliché. Medio triste, pensativo y mirando distante. Mi única distracción era ir viendo quienes llegaban y recibir sus saludos por compromiso.

 Allá, en una esquina, estaba un amigo al que no veía hace años; reía con su ritmo suave y melódico junto a un profesor que tuve en la universidad. En la esquina contraria, escondidos del mundo y anclados al pasado, estaban mi hermano y su novia.

  Se habían reunido aquí por mi, y era yo quien menos importaba. De todas maneras verlos juntos me alegraba el día.

 Me quedé un rato meditando, absorbiendo hasta la última gota de cada momento. Deseando con toda el alma que llegara sólo una persona más.

 Ella era un resumen de todos mis amores perdidos. Su recuerdo vagaba por mi mente hecha pedazos, como un fantasma descolorido y risueño. Me faltaba aquella mujer que me había hecho vivir un amor de cuento, y que de mala manera me enseñó que estos amores no sobreviven en el mundo real.

 La puerta se abrió una vez mas. Su pelo largo enmarcaba una mirada húmeda de culpa. Viniste, me dije a mi mismo. Viniste a pesar de todo. A pesar de todos. Viniste a verme como siempre, como antes, como cuando solía escaparme para que me buscaras. Como cuando solía tentarte para tenerte.

  Ella era el pasado que tuve y el futuro que siempre quise. Ella era el eco disperso de un montón de recuerdos y aventuras, de charlas y confianza, de amistad y peleas.

  Viniste a verme. Hoy no tengo una cerveza fría en el refrigerador, ni un beso en mis labios.

  Se me acerca, me trae flores. Su voz quebrada se pega en la madera. No puedo sentir su perfume.

  Ella llora y me recuerda. El vidrio impide que me despida con un beso.

  Viniste. Estoy en paz. Ya pueden sepultarme.






sábado, 26 de septiembre de 2015

FUTURO PRESENTE 7- UN NÁUFRAGO


UN NÁUFRAGO

 Lo encontramos flotando en una cápsula de escape, en una de las órbitas altas de Urano. Quizá llevaba unos 200 años a la deriva; un viajero preso en un pequeño mundo de aluminio y titanio solitario, muerto entre gritos de amor y llanto. Un cadáver flotando en el silencio.

 Tenía consigo una libreta. Esto es lo que decía:

“Lamento no poder cumplir mi última promesa. Moriré aquí arriba, o abajo, no distingo. Hoy debía casarme contigo pero moriré pronto. Lo siento. Tú y yo sabemos que en este instante estamos juntos de la mano, aunque nadie mas lo sepa.

 Te escribo entre las estrellas un adiós y cuando las mires me leerás aunque no quieras.”

   Aquel hombre llevó el amor hasta un sector del universo que no lo conocía. Un náufrago, que en el oscuro mar sideral de tristezas, ahogó su pena entre pedazos de luz de estrellas. Murió su ternura orbitando un amor desolado.  

 El amor es mas hermoso cuando se anhela.

 Nadie ama tanto, como aquel que ama aquello que le han robado.







FUTURO PRESENTE 6- DE LA LUNA A LA TIERRA


DE LA LUNA A LA TIERRA


 Habían ido a buscar Helio 3, y de paso a amarse un rato, durante una larga noche, como esas noches del espacio. El extractor estaba instalado y las máquinas harían el resto. Esos pequeños colosos metálicos, incansables en su labor, perforaban la superficie de la luna, ignorando calor y frío.

 Nadie iba a creer que fuera cierto, nadie aunque lo viera. Lo cierto era que se amaban y veían el uno en el otro la belleza de un planeta desconocido. Una ternura gravitacional los atraía a una colisión inevitable. Una unión casi cósmica, divina, luchando por hacerse real a la fuerza.

 No eran más que otro Pigmalión y Galatea, que allá lejos, entre estrellas fugaces, tenían un amor flotando en lo infinito. Un amor, el primero entre un humano y una cyborg; un amor que medía lo que había de la luna a la Tierra. Ida y vuelta. Miles de veces.

 No estaban en la Tierra.

 No tenían por qué seguir sus reglas.












FUTURO PRESENTE 5- LA SONRISA

LA SONRISA


 Un pequeño niño de metal y plástico, vagaba alegre en un mundo besado por recuerdos nucleares.  En su andar mecánico medio mordido por la sal, iba y venía entre ruinas de calles y edificios, donde hace mucho tiempo se había apagado ya el último suspiro humano. Iba y venía, mirando como a capricho del viento se movían las bolsas, botellas y papeles por el asfalto, simulando animales y pájaros lejanos de plástico, papel y vidrio.   

  Le llamaban la atención los espejos, y siempre que podía, se miraba, ya fuera en los vidrios rotos o algún metal pulido que encontraba en su camino. A este niño le gustaba buscar las cosas que su dueño amaba, pero casi siempre encontraba las menos. Buscaba sin hallar, flores que dieran alegría, amaneceres con sueño, unos minutos mas de vida… pero lo que mas le hacía ilusión encontrar era una sonrisa. 

 Flores había visto muchas, bailaba alrededor de ellas cuando las encontraba, a veces días enteros. Amaneceres había visto muchos, sin jamás sentir deseos de dormir. Minutos de vida no necesitaba, tenía la eternidad del plástico a su favor. En cambio , una sonrisa no podía sustituirla con nada. Quería tener una, quería tener algo que durase y pudiera llevar consigo.

  Una tarde mágica de un mundo deshabitado la vio. Brillaba una sonrisa como luna de plata, allá en la distante sombra de un edificio derrumbado y mordido por el tiempo. Su primer instinto fue saludarla. No obtuvo mas respuesta que la misma sonrisa. Se acercó a pasitos de deseo e infantil curiosidad, hasta quedar la sonrisa al alcance de sus manitos heladas.

 Extrajo la sonrisa desde donde se asomaba, examinándola, comparando su recién rescatado tesoro con las fotografías de su memoria.

 El niño sostiene la sonrisa entre sus manos acercándola a su pecho. Su corazón digital se acelera y gira sobre sí mismo en una algarabía electrónica.

 La mira a contraluz en el sol y la guarda en un bolso. Lo que había encontrado era un cráneo humano, que con su blancura y dientes sanos, le había hecho confundir una sonrisa con la mueca horrible de la muerte.


  Su inocencia de niño eléctrico, no le dejó ver que los sueños son mas reales cuando no se cumplen.





FUTURO PRESENTE 4- EL MAR

EL MAR


  Salí con mi hija a pescar como siempre, y de paso aprovechaba para estrechar con ella aquellos lazos que durarían toda la vida. Eran tiempos duros para el hombre en general, y más aun para quienes vivimos en el exterior. No importa. No necesito paraísos de plástico ni burbujas etéreas. No necesito ir a las estrellas para ver la belleza de una tierra en ruinas. Tengo a mi hija, mi mujer y me basta.

 Esa tarde íbamos en nuestro bote. Uno pequeño, pero  que jamás me había fallado en asegurar el pescado, que cambiaba por otras cosas con los pocos vecinos que había cerca. La humanidad en cada viaje a las estrellas perdía su humanidad.

  El mar había avanzado bastante, cubriendo buena parte del mundo habitado. Los polos se habían derretido entre caricias atómicas y susurros de cañones, dejando algunas angustias vivas y otras medio carbonizadas entre la chatarra, que cantaba el testimonio de que alguna vez el hombre fue el enemigo imaginario del hombre.

  Llevábamos varios peces ya, suficientes para un par de días, cuando mi pequeña me pide una manzana. Dejo mi caña y saco mi cuchillo para pelarla, cuando una pregunta tan simple y pequeña brota hermosa de su boca.

-¿Papá, qué es dios? La vecina siempre me dice que dios me cuida.

 No supe que decir. Hacía mucho que había dejado de creer en dios y mucho más que dios ya no creía en mí.

-Dios es quien nos da y quita…
-¿y dónde está?
-En todas partes.

 Le doy la manzana. La termina y me dice tan segura:

-Yo creo que dios es el mar.

 Me sonreí. No sé, hija mía, si lo tuyo es inocencia o sabiduría pura, pues tus palabras a los cinco años guardan mas cordura que 3500 años de ciencia.






FUTURO PRESENTE 3- LAS MANOS

LAS MANOS

  Unos dedos largos y finos, tecleaban con el éxtasis de un pianista sobre la consola frente a la pantalla, y en ese concierto binario de unos y ceros, tomaba forma una doble hélice, una maqueta de humano, el arquetipo con el que el homo sapiens buscaba rebajar la divinidad a la altura de la carne.

 Aquellos dedos se movían vertiginosos y precisos, atravesando la atmósfera eléctrica de las teclas casi a una velocidad de miedo, sin cometer absolutamente ningún error, con una motricidad fina que dejaría en ridículo a los escultores clásicos del renacimiento.  Se movían forzando un sueño, como un hada cósmica pronta a cumplir un deseo. Tecleaban formando un mundo, arrancándole trozos de vida a cada cálculo, concibiendo un ser humano sin amor de por medio. 

  Empezaba a tomar forma aquella parodia de Adán, y con su alma medida en exabytes, estaba ya pronto a dejar su forma matemática para pasar a las matrices de impresión genética. Pronto estaría en gestación dentro de un útero de acrílico, soñando su luminosa preexistencia dentro de las matemáticas abstractas necesarias para el cálculo genético.

 Las manos realizaban movimientos imposibles, rotando sobre muñecas de titanio, tecleando presas de una voluntad ajena. Ignorantes de sus acciones iban y venían automáticas de tecla en tecla, bajo la vigilancia de un ojo negro y convexo situado a la altura del rostro de un hombre.

 Un chirrido semejante a una palabra eléctrica, rasga la penumbra y el silencio. Una cantidad de "bips" como latidos, dan testimonio del alma de la máquina. Esas manos unidas a aquellos brazos metálicos, bailan una danza imposible para cualquier ser humano.

  Al fin estaba listo. Ese primer humano artificial era apto para la vida. Sólo restaba llevar su existencia fuera de los números. La obra estaba  completa y las manos empezarían la siguiente tarea. Sólo debían cambiar de dueño, conectarse a otro módulo de operaciones, máquinas cilíndricas semejantes a mayordomos mecánicos, quienes realizaban aquella preciosa labor de construir al hombre a partir de la nada.

 Eran los tiempos en que la humanidad se expandía , seducida por aquellos nuevos sueños que brotaban del infinito y profundo universo, burlando la muerte reduciéndose a números, expresando su alma en matemáticas abstractas.

 Debían enviar sus naves tripuladas con máquinas, y cuando estas detectaran alguna tierra prometida, ellas harían el milagro de recrear la vida.


 Era el momento. En un par de años alcanzarían un mundo habitable. Unas manos muertas, unidas a una máquina, estaban dando a luz a un ser humano. 





viernes, 25 de septiembre de 2015

FUTURO PRESENTE 2- LA GLORIA DE DIOS


LA GLORIA DE DIOS


 Flotaba entre las nubes como un espejismo, oníricamente distante y soberbia sobre la tierra, aquella colmena de edificios blancos como el alabastro, con rostros humanos tallados en sus costados, que miraban con falsa piedad el mundo bajo sus ojos. Era un cielo dentro de otro cielo, poblado por ángeles mecánicos y serafines humanos de cabellos claros.   

 En aquella isla perdida en el mar del cielo, cantaban canciones en idioma binario aquellas almas electrónicas encargadas de velar el cumplimiento de las leyes en la superficie. Un paraíso errante en el cielo, viajando sobre nubes de acero, flotando brillante a la diestra del sol.    
  
 En esa utopía, resaltaba una figura en los pasillos de la séptima cubierta. Iba de camino a su oficina, con pasos firmes y lentos, tarde como era costumbre, pero sin importarle. Claro, era la ventaja del ser el gerente, director y dueño de todo cuanto había, desde la cafetera hasta las lujosas estatuas del despacho.

 Era este prodigio volador, la empresa más ambiciosa del hombre, la más grande, la puerta hacia la llamada segunda edad de oro. Una ciudad fábrica, una planta refinadora de oxígeno totalmente autosustentable, cuyos procesos estaban controlados por inteligencia artificial y supervisados por clones de aspecto andrógino.

 Además de autosustentarse, debía administrar todos los recursos existentes de un planeta Tierra arruinado, además de velar por el sustento y comercio de las ciudades domo, aquellos diamantes semienterrados, semejantes a pequeños jardines del Edén, eran los principales compradores de toneladas y toneladas cúbicas de oxígeno, necesario para poder enviar sus navíos al infinito y mantener sus granjas de hidroponía.  

 No le importaban gran cosa sus clientes; de hecho, los consideraba no más que despojos, juguetes de su capricho en el mejor de los casos, sólo por una cuestión de orgullo y nada más que orgullo.

 Había algo particular en su situación, una pequeña contradicción casi como un chiste cruel. Aquellos que despreciaba por el sólo hecho de estar abajo, habían sido los que le habían elevado sobre las nubes. Lo sabía y no le importaba. Sonreía ocultando el veneno tras una mueca cordial mientras ignoraba los pedidos. De todas maneras era el único que vendía la solución a los problemas del mundo.

 Estaba solo, flotando mezquino en un palacio impecable, en esa unión cósmica entre el vacío de su alma y el profundo azul del cielo, sonriendo con un desprecio infinito como el espacio.

 Era un hombre maldito, un gerente brillante. Un megalómano en toda regla, un dios de medio pelo que, regocijándose en una miserable cuota de poder, en un paraíso metálico y brillante, mira con desdén infinito a la humanidad entera.  





FUTURO PRESENTE 1- LA GLORIA DEL HOMBRE


LA GLORIA DEL HOMBRE


 Brillaba a lo lejos, reflejando con prepotencia la luz del sol. Era un pequeño mundo de acero y plástico, en el que habitaban los hijos favoritos de dios. Un edén eléctrico sin hambre, un hogar hermoso, como el fragmento de una estrella.

 Era la segunda edad dorada del hombre; una edad cósmica que traía nuevos sueños a un sector casi vacío del universo. Una edad en la que el humano, como lucero errante sin destino, se mueve imitando las estrellas fugaces de un cielo que ni siquiera es digno de mirar.

 Ese pequeño paraíso artificial, no podía sino compararse a un olimpo digital, del que despegaban dioses en carrozas de acero y titanio, primero a moradas flotantes, colosales y cilíndricas allá en las luminosas manchas del cielo nocturno, para luego poner rumbo hacia mundos incalculablemente distantes.

 Desde la distancia, un niño pequeño contemplaba aquella cúpula como un segundo sol que amanecía al mismo tiempo que el real. Llevaba desde la madrugada con su madre,  cumpliendo la misma rutina de siempre. Con sus manos sucias, hace sombra en sus ojos, mientras contempla el despegue de un navío con las primeras luces del alba.

 Era simplemente hermoso, como un diamante impulsado por una columna de fuego.

 Su madre, quien recogía lo poco útil que podía hallar entre la basura, se acerca y resignada le dice:

 -Mira hijo. He ahí la gloria del hombre.

 Los hijos favoritos de dios sólo pasean por su cielo, sin asomarse jamás a la tierra, ni siquiera hoy.







lunes, 21 de septiembre de 2015

EL PLACER DE LLORAR


 Después de llorar las penas nos damos cuenta de cuanto valemos, de lo que necesitamos y de lo bueno que está por venir.
 No quise especificar un género para que se aplique a cualquier lector.


EL PLACER DE LLORAR


 Se le caían las penas desde el mar colgado de sus ojos, cada tarde y sobre todo en las fechas importantes. Un llanto cincuenta y cincuenta de rabia y pena, una condena voluntaria, una purga desesperada de los malos días.

 Con meticulosidad de relojero, iba seleccionando entre los recuerdos, dando prioridad a aquellos que llevaba clavados con mas fuerza en aquella ruina golpeada que le latía de mala gana en el pecho, y con la esperanza de no seguirse maltratando, prefería echarlos fuera, ahogados, reducidos a nada mas que un llanto de una hora, siete veces por semana, durante un par de años.

 Tanta era la pena, que le hacía llegar la noche a las escasas sonrisas que era capaz de dar. Tan grande que constantemente le pedía que lo llevara hasta el fin del mundo.

 Así se le fueron los minutos de arena y se le deshojaron los meses del calendario.

 Le había tomado cariño a sus sesiones de desahogo. Llorar le daba el placer de marchitar todo el odio y el miedo, propios de una bestia herida, ayudando a cicatrizarle el alma. De tanto sangrar su pena por los ojos, un día, sin notarlo, empezaron a cerrarse las heridas. Se dio cuenta que dentro de sí, tenía el alma y los huesos de un viejo bardo.

  Se dio cuenta que para viajar, había que tener el alma limpia y liviana, los sueños intactos, y un mundo juguetón y risueño en los bolsillos. Se dio  cuenta que empezaba una nueva historia y lo bueno estaba por venir.


  Desde sus ojos había llovido tanto en su jardín… Tanto , que ahora sólo tocaba esperar las flores. 






TENGO, PARA TI, SI QUIERES

TENGO, PARA TI, SI QUIERES

Tengo, para ti, si quieres,
una prosa descuidada,
opaca, sin pulirse y mal usada.

Tengo, para ti, si quieres,
manos que trabajan,
palabras con valor, bolsillos sin nada.

Tengo, para ti, si quieres,
versos que no riman,
manos ásperas y poesía barata.

Poesía barata. Pero sincera.