CADÁVER EXQUISITO
Nota:
Cadáver exquisito es un juego de palabras, por medio del cual, se crean maneras de sacar de una imagen muchas más. El resultado es conocido como un cadáver exquisito (cadavre exquis en francés). Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, y se basa en un viejo juego de mesa llamado "consecuencias" en el cual los jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir parte de la escritura, y después la pasaban al siguiente jugador para otra colaboración.
Se juega entre un grupo de personas que escriben o dibujan una composición en secuencia. Cada persona sólo puede ver el final de lo que escribió el jugador anterior. El nombre se deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera vez en francés: « Le cadavre - exquis - boira - le vin - nouveau » (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo).
Nota:
Cadáver exquisito es un juego de palabras, por medio del cual, se crean maneras de sacar de una imagen muchas más. El resultado es conocido como un cadáver exquisito (cadavre exquis en francés). Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, y se basa en un viejo juego de mesa llamado "consecuencias" en el cual los jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir parte de la escritura, y después la pasaban al siguiente jugador para otra colaboración.
Se juega entre un grupo de personas que escriben o dibujan una composición en secuencia. Cada persona sólo puede ver el final de lo que escribió el jugador anterior. El nombre se deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera vez en francés: « Le cadavre - exquis - boira - le vin - nouveau » (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo).
CADÁVER EXQUISITO
La casualidad me hizo encontrarla por la calle,
justo en el momento en que había olvidado que quise olvidarla. Verla otra vez,
fue casi como leer un poema borrado casi por completo.
Le invité un café y unos besos. El café con un
muffin de nuez, en un boulevard que no importa, y los besos largos en mi casa, sólo
para verla desordenar, vanidosa y presumida, su pelo entre los viejos libros de
páginas amarillentas y aroma a vainilla que estaban entre nosotros.
Pasábamos otra tarde juntos, alrededor de un
par de copas de tinto, igual que cuando éramos estudiantes de letras y nos citábamos
para jugar al “cadáver exquisito” durante un rato, y así, rimando poesía de
vanguardia, nos íbamos sanando de los viejos amores y las viejas heridas antes
que nos infectaran el futuro.
Habiendo terminado tres juegos completos, mi
aliento estallaba en su pelo. Su aroma se mezclaba con el de la tinta vieja de
los añosos textos de mi escritorio. Mis libros se iban al piso, cayendo al delicioso
ritmo de sus piernas. Quise ofrecerle mis sábanas y la noche entera para
descansar.
Una frase suya deformó el silencio entre
nosotros. Una frase con la duración exacta de la última cena del condenado a
muerte.
—Soy casada.
Claro, como si decirme a la cara que redujo al
tamaño de una aventura lo que sentía por ella, fuera la solución a los males
del mundo.
Ella, para mí, se había muerto justo en ese
momento. Llegué a odiarla, es cierto, pero ese sentimiento de amor-odio —y todo
lo que hay en medio de ambos—, me hizo querer, por cortesía, prepararle un café.
No lo aceptó. Sólo quiso que le sirviera una copa de vino. Descorché la mejor botella
que tenía.
Brindamos, ella a mi salud y silencio. Yo brindé
a la salud de aquella mujer muerta y sonriente que tenía en frente. Esa que siempre tuvo el amor desordenado.
Con mi copa en alto hacia ella, no pude evitar
sonreír; después de todo… el cadáver exquisito beberá el vino nuevo.
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