Buscar este blog

jueves, 5 de noviembre de 2015

SOÑÉ CONTIGO HACE UN PAR DE NOCHES

SOÑÉ CONTIGO HACE UN PAR DE NOCHES



 Siempre aparecía allí, parada en aquél rincón donde la realidad se funde con el sueño, mirándome picaresca, con su pelo rojizo haciendo contraste a una piel blanca, ceñida a su figura menuda. Surgía de la nada que se hace presente al adormecerse, con una sonrisa como una invitación traviesa para soñarla noche tras noche.

 Por pura casualidad, una tarde (no recuerdo si despierto o dormido), empecé soñándola primero por dentro, para luego ir dibujándola a pinceladas furiosas en el lienzo que aparecía al cerrar los ojos.

 Siquiera soñarla ya era un milagro. Dormiría días enteros si mis sueños me dejaran verla cinco minutos. Siempre estaba allí, puntual a nuestra cita de cada noche sin fallar ninguna.

 Era ella mi sueño recurrente, de aquellas mujeres que parecen salidas de una ficción, y que le dan ganas a uno de escribirla sobre un pedazo de tiempo. Una mujer que vagaba a pasitos de niña en mis pocas horas de sueño, juguetona, desordenando todo en mi mente, mientras yo le pedía mil deseos a las estrellas fugaces presas en sus ojos.  

 Pasamos así muchas noches de lunas que vagaban colgadas entre estrellas, hasta que una de esas noches me dijo adiós. Soñé con ella una despedida risueña, donde le llevaba un ramo de flores frescas y una luna llena para alumbrarle el camino. Ella sólo me entregó uno de los tantos deseos que le pedí, escrito en un papel. Desperté para nunca volver a soñar con ella.  

 Frustrado, inmerso en una realidad apagada, me sentía opaco. Era yo mismo pintado sobre un lienzo gris, sin ganas de dormir, sentado en un rincón y curando mis heridas a punta de lamidos.

 La llamé a gritos, con el resumen de cientos de versos que habían olvidado como salir de mi cabeza. Quería soñar con ella otra vez, pero nunca mas volvió.

 Una tarde la vi. Una muchacha idéntica a la que aparecía en mis noches, me reconoce entre la gente. La miré a los ojos y al instante comprendí la belleza del misterio. Aquella joven se acerca sin dar crédito a lo que ve.  Ambos soñábamos despiertos. Yo sólo pude decirle:

-Soñé contigo hace un par de noches.
-También yo.

 No hubo más necesidad de palabras. De todas formas, las conexiones de la vida son misteriosas e infinitas, y las oportunidades siempre vuelven. A veces disfrazadas de algo distinto.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario