DE LA LUNA A LA TIERRA
Habían
ido a buscar Helio 3, y de paso a amarse un rato, durante una larga noche,
como esas noches del espacio. El extractor estaba instalado y las máquinas
harían el resto. Esos pequeños colosos metálicos, incansables en su labor,
perforaban la superficie de la luna, ignorando calor y frío.
Nadie
iba a creer que fuera cierto, nadie aunque lo viera. Lo cierto era que se
amaban y veían el uno en el otro la belleza de un planeta desconocido. Una
ternura gravitacional los atraía a una colisión inevitable. Una unión casi
cósmica, divina, luchando por hacerse real a la fuerza.
No
eran más que otro Pigmalión y Galatea, que allá lejos, entre estrellas fugaces,
tenían un amor flotando en lo infinito. Un amor, el primero entre un humano y
una cyborg; un amor que medía lo que había de la luna a la Tierra. Ida y
vuelta. Miles de veces.
No
estaban en la Tierra.
No
tenían por qué seguir sus reglas.
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