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sábado, 26 de septiembre de 2015

FUTURO PRESENTE 3- LAS MANOS

LAS MANOS

  Unos dedos largos y finos, tecleaban con el éxtasis de un pianista sobre la consola frente a la pantalla, y en ese concierto binario de unos y ceros, tomaba forma una doble hélice, una maqueta de humano, el arquetipo con el que el homo sapiens buscaba rebajar la divinidad a la altura de la carne.

 Aquellos dedos se movían vertiginosos y precisos, atravesando la atmósfera eléctrica de las teclas casi a una velocidad de miedo, sin cometer absolutamente ningún error, con una motricidad fina que dejaría en ridículo a los escultores clásicos del renacimiento.  Se movían forzando un sueño, como un hada cósmica pronta a cumplir un deseo. Tecleaban formando un mundo, arrancándole trozos de vida a cada cálculo, concibiendo un ser humano sin amor de por medio. 

  Empezaba a tomar forma aquella parodia de Adán, y con su alma medida en exabytes, estaba ya pronto a dejar su forma matemática para pasar a las matrices de impresión genética. Pronto estaría en gestación dentro de un útero de acrílico, soñando su luminosa preexistencia dentro de las matemáticas abstractas necesarias para el cálculo genético.

 Las manos realizaban movimientos imposibles, rotando sobre muñecas de titanio, tecleando presas de una voluntad ajena. Ignorantes de sus acciones iban y venían automáticas de tecla en tecla, bajo la vigilancia de un ojo negro y convexo situado a la altura del rostro de un hombre.

 Un chirrido semejante a una palabra eléctrica, rasga la penumbra y el silencio. Una cantidad de "bips" como latidos, dan testimonio del alma de la máquina. Esas manos unidas a aquellos brazos metálicos, bailan una danza imposible para cualquier ser humano.

  Al fin estaba listo. Ese primer humano artificial era apto para la vida. Sólo restaba llevar su existencia fuera de los números. La obra estaba  completa y las manos empezarían la siguiente tarea. Sólo debían cambiar de dueño, conectarse a otro módulo de operaciones, máquinas cilíndricas semejantes a mayordomos mecánicos, quienes realizaban aquella preciosa labor de construir al hombre a partir de la nada.

 Eran los tiempos en que la humanidad se expandía , seducida por aquellos nuevos sueños que brotaban del infinito y profundo universo, burlando la muerte reduciéndose a números, expresando su alma en matemáticas abstractas.

 Debían enviar sus naves tripuladas con máquinas, y cuando estas detectaran alguna tierra prometida, ellas harían el milagro de recrear la vida.


 Era el momento. En un par de años alcanzarían un mundo habitable. Unas manos muertas, unidas a una máquina, estaban dando a luz a un ser humano. 





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